sábado, 17 de julio de 2010

El Boca de Borghi gana, pero debe hacerse más amigo del balón,


La Real Academia Española aún no definió el término Borghismo. Pero en Boca ya lo aprenden...

Hay una idea. Y para un gigante dormido con 18 meses de sequía, ya es un mérito enorme.

Los equipos de Borghi pueden jugar bien, mal o regular, pero siempre intentan definir un patrón de juego. El triunfo de ayer ante Melbourne Víctory permite inferir una conclusión, apresurada tal vez, aunque positiva: el sistema va a funcionar.

El 3-4-1-2 que los hinchas deberán empezar a aprenderse de memoria maximiza virtudes y delata falencias. Acaso, lo más notorio se exponga del medio hacia atrás. Valorizado el trabajo de los tres centrales, el problema surge en la transición hacia el mediocampo. La famosa salida desde el fondo. Los zagueros desnudan sus propias limitaciones por culpa de los laterales. A ver: guapo y de personalidad, el fuerte de Insaurralde se observa en la marca y no la ductilidad con la pelota. Lo mismo pasa con Muñoz, aunque ayer estuvo más preciso que otras veces. La cuestión es que faltó movilidad en los receptores para mostrarse como opciones de salida. Así, si los carrileros no abren espacios, los de atrás se ven obligados a lanzar un pelotazo sin destino y a rifar la pelota. Por eso, Borghi no canta “vamos las bandas”, como entonarían Los Redondos, sino que se pregunta: ¿Qué hago en las bandas? Es el sector del equipo que más trabajo necesita. En el segundo tiempo probó con Matías Giménez por derecha, tratando de potenciar su facilidad para enganchar hacia el medio y aprovechar su zurda. Aún busca variantes para aceitar el funcionamiento. Y tiene cinco nombres para dos puestos: Marín, Monzón, Giménez, Colazo y el recientemente adquirido Gonzalo Fierro.

En el cuadernito de anotaciones, el haber encontrará la sana intención de circular la pelota por abajo y el buen pie aportado por Méndez, ayudado por un laburo silencioso de Erbes. Quizá, el doble cinco (el que jugó ayer o Battaglia-Medel en la primera fecha) pueda transformarse en un paliativo para lograr esa salida clara desde atrás. Bajar a buscar la pelota y convertirse en el cerebro inicial de los ataques. Para un equipo que pretende llegar al arco rival a través de un juego de rotación y control de pelota, se asoma fundamental contar con un primer pase de nivel, algo similar a lo que hacía Ever Banega. O lo que hace Verón en Estudiantes.

Adelante, fue saludable la búsqueda de Viatri de no quedarse estancado en el área y tratar de asociarse con Cañete, y la movilidad de Mouche para encontrar espacios.

¿Si Boca ganó bien? En el barrio dirían que sí. Dominó más la pelota que el rival, gozó de las chances más claras y casi no vio comprometido su arco. Se impuso a un equipo inferior en cuanto a jerarquía y categoría individual, pero que va segundo en la liga australiana y que tiene algunos mundialistas. Además, nunca son despreciables dos victorias seguidas en el arranque de un ciclo.

En criollo: no hay para abrir un champagne ni tampoco para ahogar las penas en la barra de un bar. Hay una idea. N es poco.

Via: olé

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