sábado, 17 de julio de 2010

Dice Cañente:Román es mi ídolo,me muero por jugar con él.


Boca ganó en Australia con un gol del pibe, que jugó con los dos apósitos en la nariz por un golpe ¡del árbitro! Fino enganche, sueña jugar con Román.

Si escuchó todo lo que le dijo el Bichi, la va a romper", anticipó alguien que estuvo cerca.

Cuando Borghi habla, enamora.

"La confianza que me da es importantísima. Cuando habla, me llega de verdad", reafirma Marcelo Cañete.

Por eso el pibe ya le pidió casamiento.

La historia cuenta que un día antes del partido frente al Victory, Bichi reunió a los 11 titulares y dedicó casi diez minutos de su charla exclusivamente a Cañete. Delante del resto de sus compañeros, lo elogió, lo mimó, lo cuidó y le quitó responsabilidades.

Destacó que no debía sentir ninguna presión extra.

"Era imposible que no se motivara con todo lo que dijo", contaron.

La historia, se sabe, terminó como terminan las grandes historias. Con final feliz. Golazo. Figura.

Marcelo Cañete está llamado a ser. Desde que hace más de ocho pisó por primera vez Casa Amarilla, está llamado a ser el crack del futuro. El quiere dejar de ser promesa. Y convertirse en realidad. Mal no arrancó... Un golazo con pisadita incluida fue su carta de presentación en Melbourne. Presionó, robó, se metió con la pelota en el área, enganchó y definió de zurda al palo más lejano del arquero: "Por suerte fue bastante lindo, pero lo más importante es que nos sirvió para ganar y para seguir sumando confianza", dice.

Antes de eso, Chelo sufrió la agresión sin intención del árbitro. Un codazo le provocó un traumatismo nasal y lo obligó a dejar la cancha por un par de minutos. "Si no podía seguir jugando, algo le iba a decir, je", se ríe. Pero siguió y estuvo en casi todas las jugadas peligrosas. En el segundo tiempo sí salió, acalambrado, tomándose el gemelo derecho. Ahí, otra vez, se notó la mano de Borghi. Se acercó especialmente para ver cómo estaba y le palmeó la cabeza. "Me genera mucha tranquilidad y confianza", repite, asombrado y feliz por el trato que recibe.

Por estos días, lejos de casa, todos lo ayudan. La idea es llevarlo despacio y que no se estrelle contra la pared. O, mejor dicho, contra el monstruoso Mundo Boca. El tampoco se quiere apurar. "Recién empiezo y no me tengo que volver loco", dice este enganche de 20 años, amante de la cumbia, afuera y adentro.

"Hay que moverse para buscar la pelota", explica.

Cañete ilusiona porque ofrece una cualidad que pocos ostentan: gambeta hacia adelante. Es cierto, aún le falta cambiar más rápido el ritmo y lograr continuidad, pero observándolo en la cancha, y diferencias enormes al margen, cada vez que agarra la pelota, se genera una sensación similar a lo que sucede con Messi: algo va a hacer.

Le puede salir bien o mal, pero no pasará intrascendente: "Trato de hacer algo diferente en cada jugada porque si no el rival te descubre. Me gusta encarar, jugar, pegarle al arco, de todo un poco. ¿Qué quisiera tener de Riquelme? Todo. Con ser un cuarto de lo que es él, ya estaría conforme, je".

Cañete sabe que por más que en su camiseta sea lea el 11, ahora es el 10. Y que el verdadero dueño de ese número, que ayer lo elogió públicamente, en algún momento se sumará. Hace tres años, Olé lo llevó a conocer a Román. Chelo era el enganche de la Sexta, una de las joyitas. Al encontrarlo, dejó de lado su timidez y le pidió una foto. Ahora su sueño es otro: "Ojalá renueve.

Es mi ídolo. Y yo me muero por jugar con él".

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