lunes, 21 de marzo de 2011

Explotó Boca. Los jugadores y el cuerpo técnico se fueron insultados y escupidos del campo


Mmás tarde, un grupo de hinchas rodeó el micro y los trató de ladrones. El equipo está penúltimo pero Falcioni no se va.

El playón, de repente, es la cancha misma. Están los bombos, están los hinchas, está esa furia que despidió a los jugadores hace un ratito nomás, en un nuevo Bombonerazo (y van). La ira, incluso, es mayor, porque ahí enfrente sólo está el micro que traslada al plantel, no hay un equipo (tampoco lo hubo ante Olimpo, futbolísticamente cierto), no hay una reacción, no hay nadie. El motor encendido, las ambulancias (?) como escudos, esperan por ellos, sí, ellos, los jugadores, los que acaban de ser declarados culpables por la gente. El canto es acusatorio, hiriente, feroz: “La camiseta de Boca, se tiene que transpirar, y si no, no se la pongan, vayansé no roben más”. Se complementa con el anterior, el que estalló en las tribunas a los 37 minutos del segundo tiempo, cuando ya se veía que Olimpo sería el nuevo Godoy Cruz (o Argentinos, o Tigre, o Lanús, o San Lorenzo, o Racing, todos vencedores en La Boca): “A ver, a ver los jugadores si pueden oír, con la camiseta de Boca, ganar o morir...”. Falcioni, el DT, se fue por otra puerta. Pero ahí, salvo cuando se fue por el túnel (en ese momento la gente hasta escupió a los jugadores), nadie se acordó de él.

Vaya curiosidad: el grito, la bronca, esta vez unió a la barra con la platea. Boca, este Boca, lo hizo. Desde los tiempos de Veira, banderas al revés mediante en cancha de Ferro (y final de su ciclo en Clausura 2008), que la gente no ofrecía una expresión de repudio semejante, que los hinchas no se juntaban en el playón como si fuera el hall del Monumental. Al fin de cuentas, no parece estar lejos esa imagen nacida en Núñez y que, como si fuera un contagio, ahora afecta al otro grande-grande del fútbol nuestro.

Esta vez, ni siquiera el peso de los históricos, de los grandes campeones que tiene este equipo, pudo frenar la bronca de un hincha que ya ve, nota, siente, que los técnicos pasan y que los resultados empeoran. Y si bien en la bolsa entran varios de los referentes de bajo nivel (Palermo y Battaglia), hoy la furia parece caer con más fuerza en los nuevos, en quienes el semestre pasado iniciaron una renovación que no logró cambiar el mismo Boca que arrastra penurias desde el 2009.

El micro, sin Falcioni (es habitual que no se vaya con los jugadores y acaso ayer no quiso alterar la rutina para no colaborar con el caos), se fue envuelto en llamas. Minutos antes, el repudio de la gente también había apuntado hacia el palco presidencial (sin Jorge Ameal) para convertirse en lo que realmente fue: un mensaje con alcance a toda la dirigencia, también responsable en este presente sin antecedente en la última década.

El club afronta hoy eso, su momento de crisis más profunda, sobre todo por el contexto: con un nuevo técnico debilitado en seis fechas (más allá de que haya dicho que sólo se irá bajo escribano), jugadores insultados, históricos cuestionados y una dirigencia que aumenta su imagen negativa. Y su peor campaña de la historia. Todo en un año electoral. Ni la vuelta de Riquelme, ovacionado, pudo apagar tanto fuego. Otra muestra de este Boca que ayer explotó....

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