sábado, 21 de mayo de 2011

JC sabe que el clásico consume nervios y que Boca no la pasa bien al partido siguiente. Por eso, encendió la alarma: “La idea es no aflojar”.


Esto no se terminó...“La idea es que el clásico no nos afloje”, bajó el mensaje Falcioni en público y lo machacó en privado durante toda la semana. Los jugadores escucharon las felicitaciones del técnico por la gran victoria conseguida frente a River y, en esos mismos discursos y para nada de soslayo, el DT arengó para las cinco finales que se vienen, en busca de la clasificación a la Sudamericana y, en tren de soñar, de ese título que cuatro fechas atrás parecía una quimera. Prohibido relajarse que le dicen...

El entrenador entiende que luego de un triunfo resonante, trabajado y festejado las tensiones se aflojan, la mente juega su propio partido y por eso, más que nunca, la cuestión adquiere ribetes psicológicos. Sin emular a Freud o Lacan, el Julio de Villa Del Parque trabajó a full en el consultorio y trató de hacerle la cabeza a su plantel. Pidió especialmente que se repitiera la actitud dispuesta en el Súper. En la conferencia de prensa de ayer explicó su teoría: “El clásico siempre produce un stress diferente en lo previo. Y cuando obtenés un buen resultado, quizá produce una relajación posterior. Como que lo hacen a uno aflojarse un poquito. La idea es que eso no suceda. Por eso intentamos trabajar en la semana con la misma exigencia de siempre. Estamos en el principio de una recta final que nos puede posicionar aun mejor. Hay que salir a respetar a Arsenal, que en su casa es un equipo complicado y está en una situación incómoda. Será un compromiso muy difícil. Puede ser un juego cerrado, como se dio ante River, que se abrió con dos pelotas paradas”.

El primero que notó este karma post-superclásico, al menos en la era moderna, fue Carlos Bianchi. “Ahora viene el partido más difícil”, solía repetir el Virrey en sus tertulias con los periodistas luego de enfrentar a River. Su visión no fue antojadiza. Tanto Bilardo como Veira, los técnicos que lo precedieron, habían padecido el problema. El caso más emblemático de esta patología, en rigor, lo tuvo a Bianchi como protagonista sentado en el banco. Aquel Boca que eliminó a River en las semifinales de la Copa Libertadores 2004 (por penales, sin un alma azul y oro en el Monumental y demás condimentos que sazonaron esa noche histórica) después perdió la final ante el Once Caldas (ver aparte). La estadística, al cabo, se rinde a los pies del axioma expuesto por Bianchi y refrescado por Falcioni. Desde que se implementaron los torneos cortos, Boca obtuvo 17 superclásicos. ¿Qué pasó en el partido siguiente a esas alegrías? Perdió ocho veces, ganó cinco y empató cuatro. El último antecedente es estrepitoso: en el Clausura 2010 arrolló a River (2-0) y a los siete días lo enterró Chacarita: feroz 4-1.

Ahora, el objetivo se impone en una coyuntura feliz y de pura tranquilidad, ratificada durante la semana por el plantel y el cuerpo técnico. Sin embargo, en charlas informales individuales y grupales el DT intentó motivar a la tropa. Quiere que la intensidad se mantenga y todo siga...

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