jueves, 30 de septiembre de 2010

No parece lógico ni racional que Riquelme vaya al banco el domingo...a no apurarse...


Y menos que juegue diez minutos, como sugieren que podría hacer quienes lo siguen de cerca. No le haría bien a Román ni a Boca. El estaría apresurando el regreso con riesgo de lesión: no ya de rodilla, sí muscular. Si todavía no hizo una sola práctica exigente en más de 140 días... Boca estaría desnudando su dependencia extrema, casi enfermiza, y flaco favor les haría a sus reemplazantes tenerlo ahí sentado con la cancha entera pidiendo por él a los gritos.


La desesperación es mala consejera. Y Boca, en definitiva, tiene necesidades. No urgencias. Si pudo sobrevivir ocho fechas sin él, podrá hacerlo diez. En definitiva, estará haciéndole y haciéndose un bien si lo espera unos días más para que se ponga a punto físicamente.


La imagen de un regreso tan esperado está inevitablemente asociada a la de Palermo en el 2000 contra River, probablemente la película más taquillera de la historia de Boca. Pero esto es distinto. Primero porque el equipo no se juega nada definitivo en 90 minutos. Y además, ¿en qué circunstancias es imaginable su regreso? ¿Con Boca 1-0 arriba para aguantar la pelota con el cuerpo y arriesgarse a las patadas? ¿Con Boca floreándose 3-0 tendría sentido arriesgarlo? Y si Boca va perdiendo, ¿se le cargará la responsabilidad de ser el superhéroe, de exigirse más de la cuenta? Y si se lesiona el enganche a los diez minutos, Román, que está para jugar otros diez, ¿sería el indicado para reemplazarlo o hay que poner otro enganche en el banco para esa eventualidad?


Es, a todas luces, un cambio improbable. Demasiado rápida fue su recuperación (a Battaglia le llevó nueve meses) como para forzarla. Si la meta es River y después, ponerlo ya es no cuidarlo como corresponde.

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