viernes, 5 de noviembre de 2010

Román hasta dio una mini charla técnica pero el equipo no mejoró: 0-0 contra un equipo de pibes y al 10 se lo vio fastidioso.



A lo mejor él vuelve y no cambia nada”. La frase de Lucas Viatri quedó resonando un largo rato, hace poco más de una semana, cuando empezaba la última cuenta regresiva, luego alterada por la muerte del ex presidente Kirchner. Y ayer, luego de la última práctica de fútbol formal antes del regreso del 10, las palabras del delantero tuvieron una vigencia absoluta. El equipo jugó tan mal como lo venía haciendo en casi todos los ensayos, empató 0-0 con un combinado de chicos. Y Román, más que contagiar al resto con su carácter de “diferente, como una mina con tres tetas” (al decir del Bichi), terminó contagiado por su equipo.

Lo de “su” equipo no es gratuito: después de una ronda previa al partido en la que Borghi dio una charlita de no más de cinco minutos explicando lo que quería, fue el turno de Riquelme. Primero agarró a Clemente para refrescarle los conceptos de tanto tiempo juntos. Después hizo lo mismo con Battaglia, señalándole puntualmente distintos sectores del campo. Por último, cruzó alguna palabra con Erbes y otra con Caruzzo. Y evidentemente, ni el técnico fuera de la cancha ni el de adentro supieron explicar bien lo que querían. O no los entendieron. O no les dio el cuero para satisfacer las requisitorias. El resultado fue ese empate chato en el que el equipo titular apenas creó una situación de riesgo. Fue una pelota que abrió Román para Viatri y un centro que Palermo cabeceó al travesaño. ¿Poquito? Nada. Era tan grande el fastidio de Riquelme que cuando terminó no se quedó, como habitualmente, mirando a los suplentes. Fue al vestuario a ponerse hielo y volvió al rato, con el mate.

¿Qué le faltó al equipo? Lo de siempre: funcionamiento. Hubo desacoples atrás, por el sector de Clemente y Cellay, y el alero no pasó tanto. Aun así, le alcanzó para ser el que mejor se entendió con el 10.

Se sabe: Román no es jugador de entrenamientos y quizá se esté cuidando. Pero tampoco para tanto. Y el malhumor lo delata. Si ni Riquelme lo arregla, Boca está hasta las... manos.

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