A Boca se lo vio gris de ausencia, sin Riquelme ni con intérpretes para un cabal plan B donde se prorrateara la conducción, más allá de lo bien que orientó Battaglia los ataques en sus orígenes.
Es cierto que exhumó otra idea en el segundo tiempo, con la movida de Basile, el estado de gracia con que entró Marino y la reivindicación de Insúa en ese arranque infernal de la etapa final. Todo eso, más el orgullo y el espíritu existencial de Boca en paradas bravas como la que vivió ante un paciente, solidario, ordenado y por momentos vivaracho Argentinos. Un visitante de sorprendente eficacia en el área si se tiene en cuenta que tiene dos puntas por fuera.
En realidad, el Bicho fue realista: sin pelota, achicó espacios entre su fondo y los volantes. Muy bien Mercier para marcar hombre apremiante en una zona específica, al no dejar girar y ser una especie de líbero para todo quien era desbordado por esa zona. Y en la medida que pudo, Argentinos contraatacó a zonas descuidadas (la de Morel, una tentación).
Al principio, Boca atacó por la derecha, con monotemático sistema de centros y cabezazos. Fue por detrás de Federico Domínguez, para que Mouche se le colara a Scotti. Cortó mucho Argentinos, pero también con foules, sin aprovechar los tiros libres. Tampoco metía el cambio de frente hacia el otro costado. Después, con Marino, buscó mejor por la izquierda. Fue cuando falló la cobertura del Bicho. No advirtió que la aceleración del local ya no estaba por lo de Domínguez, sino a través de Marino e Insúa. Y había más variantes.
Hizo lo que pudo el Bicho, aunque se durmió en los episodios del 1-2 y del 2-2. Y lo de Boca fue un relumbrón en esa cuesta arriba, que le sirvió para el resultado, nada más y nada menos. Hubo un efecto inercial tras el fulminante empate, con el que arañó un eventual tercer gol (pelotazo en el travesaño de Mouche). De todos modos, se evaporó esa sensación de aplanadora. Sólo quedó como que acomodó el medio campo pero sin la luz que suele iluminar Román. Fue curioso que tanto buscar por arriba, casi pierde el partido por esa vía (goles de Hauche y Gianni). Y también, que Palermo, haya tenido pocas situaciones apropiadas para su prosapia de tremendo cabeceador. Pero Boca acertó el empate por abajo, como metáfora de que su negocio era cambiar.
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