domingo, 23 de agosto de 2009
Ayudado por las palabras de los dirigentes y de Palermo, Mouche empieza a serenarse.
¿Te sacaste una mochila de encima?
-¿Por qué siempre están con eso de la mochila? Yo no tengo ninguna mochila.
El cruce con un periodista luego del empate frente a Vélez quizá sirva para dimensionar el escenario...
El cuento relata: había una vez un dirigente de Boca, de los más influyentes, que luego de pasar una extensa y ardua jornada de trabajo en el club, se hizo un tiempito, en la tranquilidad de su hogar, para hablar largo y tendido con Pablo Mouche
Había una vez un jugador de Boca, de los más importantes, que luego de una práctica, encerrado bajo las sagradas paredes del vestuario, se hizo un tiempito para hablar largo y tendido con Pablo Mouche.
¿Cómo se llama la obra? Le hicieron la cabeza...
No se trata aquí de ponderar virtudes inherentes a Freud y Lacan, pero por un rato Marcelo London y Martín Palermo se sumergieron en el consultorio. Y palabra va, palabra viene, la sesión se dio auténtica, natural y genuina.
El pibe, 21 años, pura adrenalina, desfachatado, atrevido, es como ese hijo al que el padre siempre reta y enseguida mima. Sin rodeos y en criollo, se dirá que es la gran apuesta del semestre. La sentencia, aunque suene fuerte, no proviene de la necesidad mediática de exagerar el potencial de un futbolista que inicia su camino. Es el pensamiento que recorre Boca. "Yo me la quiero jugar a muerte con el pibe", le dijo un directivo de peso a Olé y resumió el sentimiento general.
La transferencia de Palacio, la decisión de no contratar otro delantero por más que Basile haya insistido, montaron la escenografía ideal para Mouche. Su rendimiento en la gira europea y su tempranera conquista sudamericana ante Vélez lo catapultaron a una titularidad merecida y que llegó luego de una serie de consejos que colaboraron con su crecimiento.
"Su problema es la cabeza, es muy ansioso", se solía escuchar en los pasillos de Casa Amarilla, y hasta él mismo reconocía que ahora está "más tranquilo". Guillermo (no Schelotto, su ídolo), su psicólogo personal, lo ayudó a serenarse. Y en ese sentido, también apuntó la conversación que mantuvo con London, uno de los dirigentes que más confían en él. Abarcó, claro, conceptos futbolísticos y ese pedido que se nota va asimilando: aprender a jugar a dos toques y entender que en la inmensidad del área hay una bestia de más de 200 goles que espera ansiosa por el centro.
Palermo, su compañero de ataque, ya tuvo varias charlas con él. Didáctico, trata de mecanizar en su nuevo socio la costumbre de recibir y enviar, y le inculca el no martirizarse si algo sale mal. "Estoy tranquilo porque me dieron la confianza para jugar". Lejos de sentirse abrumado, Mouche captó el mensaje. No es un paciente rebelde. Demostró que pese a sus precoces 21, tiene los oídos abiertos. Y dejó en claro que está preparado para ser titular en la Primera de Boca. Para eso le hicieron la cabeza...
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