sábado, 4 de diciembre de 2010

Pompei se molestó con el central por su golpe a Méndez y señaló que por esos hechos, entre otros, hoy es el DT.


Y un día, sí, va a existir un día en el que un plomero golpeé la puerta de la Bombonera y pregunte: ¿alguien me llamó? Siempre hay goteras en Boca. Y nunca se terminan de arreglar. Ahora le tocó a Pompei, pero ya lo habían sufrido Borghi y tantos otros. Preocupado, Tito marcó el terreno y se enojó: primero, por la patada de Insaurralde a Méndez. Y después, por las filtraciones del mensaje que le había bajado al grupo el jueves luego de los incidentes y que enseguida trascendió en los medios. Cualquier coincidencia con la reciente época de Bichi no es casualidad. Al DT interino lo inquieta que el vestuario de Boca tenga micrófonos escondidos y que cualquier situación se convierta en debate nacional: “Yo no voy a poder cambiar que, cuando se juntan 20 tipos en la mitad de la cancha, a los 10 minutos alguien cuente lo que hablamos. Para mí el vestuario es sagrado y también es verdad que esto es viejo como el fútbol. Lo que no voy a permitir es que pongan en mi boca palabras que no dije. Pedí que cuando transmitan, digan lo que pasó y que no inventen”.

El nudo del problema radica, está claro, en la agitada práctica de fútbol que alteró la extraña tranquilidad de la semana. La historia cuenta que Insaurralde, caliente y crispado, se enojó feo con Jesús Méndez en medio del ensayo formal, le tiró un par de patadas y manotazos al aire y Pompei suspendió el entrenamiento. El enfrentamiento, en este caso, no oculta una trama secreta: Juan Manuel y Jesús tienen buena relación. En realidad, se dice, el destinatario de la bronca de Insaurralde era Mouche, que la venía rompiendo. La mañana de ayer sirvió, entonces, para las disculpas internas del defensor, delante de todo el plantel y para algunas otras aclaraciones de Pompei, que no dimensionó a gran escala el incidente. “Hablamos, pero no es lo que más me preocupa. Les dije que por todo ese tipo de cosas y por otras que pasaron en el entrenamiento, que tienen que ver con lo táctico y la forma que hay que colaborar con el compañero, nosotros estamos acá”. Y el mensaje, en este caso, es más profundo. Apunta a una indicación que el DT dio antes de que empezara la práctica (les pidió a los suplentes que se pararan como Quilmes) y que no se cumplió. Por eso, sacudió: “Por ejemplo, si le pedís a tu equipo que achique, y tenés siete tipos parados arriba no podés achicar”, dijo, sin titubear, el entrenador. Y aclaró: “En ningún momento les dije que dentro de cuatro meses vuelvo. Primero porque no soy gurú, segundo porque no le tiro mala onda al club, yo trabajo acá; ojalá que el técnico que venga salga campeón del mundo, y tercero, para mi carrera, no quiero dirigir cinco partidos cada cuatro meses. Quiero fortalecerme como técnico, seguir sumando experiencia y cuando aparezca algo, empezar a dirigir”.

-¿Lo que pasó es producto de la mala situación futbolística? -No, son cosas que pasan en todos los equipos. No es lo mejor. La patada de Insaurralde no es propia de un compañero ni de un profesional. El pidió disculpas dentro de la cancha y hoy (por ayer) en el vestuario ante todo el plantel. Cuando te va bien, también pueden pasar estas cosas. El problema es cuando pasan las otras, que son las que más me preocupan. Pero lo que pasó, no se va a repetir mientras yo esté acá. El que lo haga, ya sabe que va a tener que dejar su lugar en el equipo...

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