viernes, 3 de septiembre de 2010
Maxi al banco, de allí al arco de la primera....
Por la lesión de García, Scapparoni va al banco. La historia del arquero que pasó un terremoto y vivió para contarla.
Terremoto. Ese debería ser el apodo de Maximiliano Scapparoni. No sólo porque el arquerito, que irá al banco de Primera mañana en reemplazo del lesionado Javier García, tiene una personalidad inquieta, sino por lo que le tocó vivir hace apenas unos meses, en febrero, cuando estaba en la ciudad de Chillán, epicentro del terremoto que dejó en ruinas buena parte de la zona central de Chile. “Mi viejo pensó que yo me había muerto”, relata hoy, en los pocos momentos en los que se pone serio. Su decisión de regresar al club, aun sin saber si tendría alguna chance de jugar siquiera en Reserva, mañana tendrá su premio. “Volví en busca de ganarme un lugar, sé que el lugar tiene dueño, pero estar ahí también suma”.
Maxi llegó al Ñublense con la idea, propia y de Boca, de sumar minutos de juego. Promesa en las Inferiores y las selecciones juveniles, una lesión en su hombro frenó el ascenso vertiginoso. Tras el regreso de Abbondanzieri y con García, Josué Ayala y D’Angelo a la espera, decidió emprender ese viaje, el más inolvidable de su vida. “No es un equipo grande de Chile, pero la chance me servía para sumar minutos. Atajé en varios partidos de ese torneo, aunque me quedé afuera de los grandes con Católica o Colo Colo por un pequeño desgarro. La gente me trató muy bien y me quería, estaba conforme conmigo, pero después de lo que pasó, decidí volver”.
El 27 de febrero, cerca de las 3.30, Maxi estaba solo en su departamento del piso 11 en Chillán, en el departamento de Bio Bio, a 400 kilómetros de Santiago. “Me desperté y sentí que todo vibraba. El movimiento era cada vez más fuerte: se arrancaron las puertas, se me rajó la pared, todo se sacudía. Yo me quedé a oscuras, agarrado a la cama. ‘Ya está’, pensé. Creo que si me soltaba de la cama, salía. Duró dos minutos 40 segundos. Cuando quedó oscilando, salí corriendo por las escaleras. Pensé que me iba a morir”, cuenta hoy desde su casa en El Palomar, donde vive con sus padres, su hermano mayor y una hermana menor. Su periplo no se terminó ahí. Ese fue el punto de partida, nomás.
“Como al otro día me mudaba, tenía los bolsos hechos. Subí a buscarlos y nunca más se pudo entrar a ese edificio: quedó corrido el eje y se volvió inhabitable. Esa noche me quedé durmiendo en el fondo de la casa de una señora que nos invitó a pasar porque era hincha de Ñublense. Me senté en el patio, con una frazada, y me dormí”, agrega. Sin poder comunicarse con su familia en Buenos Aires ni tampoco abandonar el lugar (“Las rutas estaban intransitables”) vivió dos días en la calle, junto con otros compañeros: Checho Rodríguez, ex Boca, que fue a préstamo con él; Matías Manrique, ex Independiente; Martín Cortés, ex River, y el entrenador de arqueros Nicolás Xicoy. “Nos turnábamos: un par dormía en el auto y otros en un colchón afuera. Nadie quería dormir dentro de una casa por miedo a que se le cayera encima. ¿Comida? Comíamos lo que iba quedando, galletitas. Hasta que un día abrieron el supermercado y se llenó de gente. Tardamos como mil horas, pero por lo menos pudimos comprar algo”.
De casualidad entró una llamada a un celular de Argentina y avisamos que estábamos vivos. Después conseguimos una combi que fue por la banquina de la ruta y Boca, que se portó muy bien, pagó un pasaje para que pudiera volver. Estuve en casa dos días. Después, regresé al club, atajé unos cuantos partidos más y, desde el receso, me quedé en Boca”, cierra. Maxi aclara que muchos recuerdos quedaron allá, que prefiere no acordarse de lo mal que la pasó.
Ahora, el presente le sonríe. “Hice toda la pretemporada en Pilar concentrando con el Laucha, que tiene una personalidad jodona como la mía. Javi (García) es un gran pibe y Seba (D’Angelo) es amigo de toda la vida. Hay un gran grupo de arqueros”, dice. Hoy ataja la chance de ir al banco de la Primera, aunque con sus 21 años ya es feliz de poder turnarse con D’Angelo en el arco de Reserva. “Atajamos dos cada uno. Mi objetivo es tratar de meterme en la mayor la cantidad de partidos en Reserva. Cuando volví, sabía que Lucchetti y García iban a ser titular y suplente, en cualquier orden, y que con Seba estamos detrás. Pero me quedé a pelearla. Algún día llegará”. Mañana, al menos, estará más cerca que nunca. Y espera, claro, que la Bombonera pueda latir. Nada de temblar.
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