miércoles, 16 de febrero de 2011

En la práctica post 1-4, Falcioni fue otro y su ánimo opuesto a la previa del debut.


Serio, callado y pensativo, el plantel lo vio golpeado. Igual, avisó: “Yo perdí tres finales, un partido no me vuelve loco...”.

La imagen es todo. Y vale más que mil palabras. Porque a las palabras se las llevó el viento... de la derrota.

El silencio, en este caso, no es salud. Si el que calla otorga, Falcioni ayer otorgó demasiado (en público).

En privado, Pelusa se hizo escuchar ante sus jugadores. En esa charla íntima, previa al inicio del entrenamiento, de la que sólo participaron sus colaboradores más cercanos, el entrenador remarcó los errores cometidos el domingo, aunque intentó desdramatizar el cimbronazo del 1-4: “Yo perdí tres finales de Copa Libertadores (con el América de Cali, como jugador), perder un partido no me vuelve loco. Pero tenemos que mejorar”, les dijo. No hubo reto en el primer frente a frente con el plantel en un contexto que hasta ahora no se había dado, sino más que nada un mensaje de recuperación rápida, posicionando al compromiso ante Racing como una cita para dar vuelta la página.

Sin embargo, los futbolistas notaron golpeado al DT, acaso el mismo semblante que exhibió ante Juan Carlos Crespi y José Beraldi, los dos vicepresidentes que lo visitaron durante la mañana y dialogaron con él (ver aparte).

Y así se lo vio. En el primer entrenamiento luego del porrazo de Godoy Cruz, a Pelusa se lo percibió todavía conmovido por el mazazo. Al menos en la hora y veinte de trabajo que el plantel realizó en la cancha principal de Casa Amarilla (antes tuvieron sesión de gimnasio) prácticamente no se le escuchó la voz. Algún que otro “firme los pases”, más alguna frase efímera, de ocasión, y nada más. Un detalle: recién a las 11:57, Olé registró su primera sonrisa de la mañana. Los que llevaron la batuta fueron Omar Píccoli y Javier Sanguinetti, sus ayudantes, quienes permanentemente arengaban a los jugadores y entregaban las indicaciones de los ejercicios. ¿Los futbolistas? También flojos de ánimo, hicieron los laburos bastante calladitos.

El contraste con la semana pasada fue abrumador. Compenetrado a full en los trabajos, hablando constantemente con sus jugadores e incluso intercambiando algún que otro chiste con la prensa que observaba los entrenamientos desde la tribuna, el Falcioni de ayer debería envidiarle el humor y el espíritu al Julio César de algunos días atrás. Pero él no se achica ante la coyuntura desfavorable. “Esta es la única y más importante chance de mi vida”, repitió ayer ante su círculo íntimo, argumentando que tendrá agallas para tomar cualquier decisión, por más drástica y pesada que pudiera resultar.

Es consciente de que se encuentra en una encrucijada. Contrariado, siente que el equipo que moldeó en Tandil, el que arrasó en el verano (según su óptica los amistosos de enero sí fueron importantes) se deshilachó en apenas 90 minutos. Sabe que debe encontrar la fórmula para hacer funcionar la sociedad Erviti-Riquelme. Y una de las mayores dudas que le carcome la cabeza por estas horas es en qué lugar del medio ubicar a Battaglia (ver pág. 10 ).

Su disyuntiva aparece justo a días de un partido que ya asoma trascendental, considerando el adversario, el temblor que podría provocar otra caída y la dificultad que plantean los rivales que siguen (All Boys, Vélez y San Lorenzo). Por eso, el DT piensa en el hoy, aunque entiende que la problemática de la confección del equipo requiere una mirada más profunda y a largoplazo. Si Román no sufre lesiones y está en condiciones de jugar, el desafío del DT es lograr una formación equilibrada, que consiga contemplar el talento del 10 y no muestre grietas defensivas.

La última imagen de la mañana también es todo. Cabizbajo, pensativo tras una charla junto a su cuerpo técnico, Falcioni abandonó Casa Amarilla. Con otra cara.

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