sábado, 13 de noviembre de 2010

Boca se alejó en busca de tranquilidad pero no la encontró. Preocupa la lesión de Román


La paz existe. Al menos, en ese lugar está, se siente, se ve en el sol que ilumina ese verde brillante, en el movimiento de los palos de golf, en el silencio que se respira. La paz existe. Que Boca no la tenga ni siquiera en el paraíso es otra cosa. El Sofitel Cardales fue el búnker del plantel por un día. Hasta allí, 60 kilómetros al norte de Capital, llevó Borghi a los suyos. Buscó aislarse de días convulsionados, pretendió no verse invadido por la prensa, no quiso nada de pastores mediáticos, intentó tener algo de tranquilidad. Pero no hubo caso. Porque por la tarde, mientras el equipo realizaba una práctica de fútbol, el dirigente Juan Carlos Crespi volvía a tomar armas contra todos (pág.9). Y luego, ahí mismo, delante de sus ojos, Juan Román Riquelme abandonaba el entrenamiento antes que el resto. Preocupación. Alerta. Inquietud. En fin, todo aquello de lo que el Bichi había querido escapar.

Lo que siguió a la salida de Riquelme fueron las versiones que la previa de un clásico es capaz de generar. Se llegó a hablar del enganche fuera del partido del martes. Sumó confusión, encima, que desde la Panamericana, ahí en la zona de Campana, la visión no era del todo clara. Sólo se lo vio al 10 dejar la práctica, apenas eso. Y a partir de ahí, las especulaciones: que por la mañana ya había tenido molestias, que se la pasó estirando la zona como antes del partido ante Argentinos (la noche de su regreso), que sufrió un desgarro en el sóleo derecho... El cuerpo médico lo descartó. El parte oficial indica tendinitis aquileana, una molestia crónica que viene afectando al enganche. “Román va a jugar, no se lo pierde”, fue la sentencia que llegó desde adentro. Esas fuentes del club que tanto alteran al técnico esta vez buscaron transmitir calma. Igual, hay incertidumbre.

Habrá que ver si la presencia o no del 10 en la práctica de esta tarde en la Bombonera (será a las 19, en el horario del Súper) potencia la alarma o devuelve cierta tranquilidad. Pero está claro que Borghi no puede escaparle al infierno de estas horas. Si es cierto, como anunció el pastor Juan Bosso, que al cerrarle las puertas de Casa Amarilla a él Boca le estaba cerrando las puertas a Dios, pues entonces Bichi ya tuvo la primera señal. Al mediodía, el técnico ya había perdido a uno de sus jugadores: Bielsa le volvió a negar a Boca el pedido para poder contar con Medel en el clásico y entonces el chileno ya no participó del entrenamiento por la tarde y viajó rumbo a su país. Tampoco estuvo Viatri, que sigue recuperándose de una distensión (aunque todo indica que llegará). Y ni siquiera Giménez, con síndrome gripal. Pero el final del día con Román afuera y en veremos, lo excedió todo.

Antes, Borghi había comandado una práctica de fútbol con algunas decisiones sugestivas: Lucchetti fue parte de la defensa titular, acaso un mensaje interno de que no habrá cambio de arquero para el superclásico. Los carrileros fueron Clemente por derecha y Monzón (que jugó por Giménez) por izquierda. Hasta que tuvo que salir, Riquelme jugó para el otro bando, con pechera naranja, junto con Mouche (por Viatri) y Palermo, es decir, el ataque titular. Y lo llamativo estuvo en el medio: Battaglia jugó para el equipo de JR, pero acompañado en el medio por Pochi Chávez. ¿Una nueva opción de doble cinco? Al menos, el ensayo de algo diferente, más teniendo en cuenta que del otro lado Méndez y Erbes compartieron el círculo central.

Todo, por supuesto, hasta que el sol bajó, Riquelme se lesionó, Borghi se preocupó y así Boca se quedó sin el día de paz que había ido a buscar.

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