jueves, 6 de enero de 2011

Román en un primer día tremendo para el 10 y los demás: Giménez vomitó por la exigencia. Y todos terminaron fusilados. La era Falcioni arrancó pesada.


Es el primer día de la era Falcioni. Juan Román Riquelme está doblado, dolorido, queriendo encontrar aire donde no lo hay, no puede enderezarse. Matías Giménez vomita en continuado, después de romper todos los tiempos en unas pasadas de un kilómetro. Martín Palermo tampoco puede más, se ve que sufre. Todos, igual, se exigen más allá de sus límites en este arranque a todo trapo. Por más de dos horas. De principio a fin de la jornada de trabajo. La base física es una de las armas de los equipos de JC y de entrada nomás quedó claro.

Ya pasó la presentación formal con Jorge Amor Ameal y Juan Carlos Crespi. En la cancha principal de Casa Amarilla, son 27 los jugadores que suben y bajan con un brazo y con otro, sufriendo las flexiones de brazos, formados en una ronda. En el centro, con una remera blanca que lo diferencia de las azules del plantel, el preparador físico Gustavo Otero hace el mismo trabajo que todos. Así durante más de media hora. En la cancha 2 y 3, ya están preparados los conitos y las vallas. “Esto lo van a sentir, no se asusten si se ahogan”, les avisa el PF.

La rutina más dura de la jornada de trabajo inicial está por comenzar y Otero se encarga de advertir a sus nuevos muchachos. Una vuelta de un kilómetro, a exigencia máxima, para tomar los tiempos y empezar a conocer el estado físico del plantel. Primero pasan los volantes, luego los delanteros y por último los defensores. Giménez es récord y completa el circuito en menos de tres minutos, como nadie, y saca más de 100 metros a sus escoltas. Riquelme sufre de verdad, porque llega como puede, muy rezagado, y termina doblado. Otero le palmea la espalda, casi sin encontrar reacción. Palermo también lo siente. Igual que la ex línea de tres de Borghi: Cellay, Caruzzo e Insaurralde. “Definilo, definilo”, exige Omar Píccoli en los últimos metros. El preparador físico Otero corre de un lado al otro de la cancha, donde termina un grupo y arranca el otro. Da el ejemplo.

“Nosotros prometemos seriedad, trabajo y cumplimiento. Sabemos que para tener un semestre bueno tenemos que trabajar todos los días al máximo esfuerzo y mañana seguir sumando más esfuerzo”, explicaría luego Falcioni, sobre la metodología de trabajo. Y luego agregaría: “Con el correr de los días empezaremos a trabajar más, haremos evaluaciones e iremos viendo en qué condiciones está cada uno de los muchachos”. Avisa, también, que hoy tendrán el primer contacto con la pelota y eso será así durante toda la pretemporada.

La actividad cierra con más y más vueltas a los dos campos de juego. Riquelme ya está en la cancha 1, solo, para no sufrir la dureza del sintético en su rodilla operada (“Lo cuidamos para que no lo complique el piso duro, la hizo en campo normal”, explicó el DT). Otero ahora comanda el grupo, corre adelante. Los jugadores lo aplauden. “No les aflojes, Gustavo”, bromea Falcioni, mientras a la pasada el PF pide que no dejen ir a Román, que siga trabajando a la distancia. Matías Giménez, después de tanta exigencia de entrada, y de un exagerado sorbo de agua, para la marcha repentinamente, se retuerce y vomita. Javier Sanguinetti y el doctor José Veiga corren a auxiliarlo, y los tres vuelven riéndose de la desventura que es frecuente en medio de la pretemporada y no en el primer día. Giménez enseguida retoma el trote como si nada.

Van algo más de dos horas de entrenamiento, un clásico del DT. Un grupo de 26 jugadores se mueve alrededor de las canchas 2 y 3 de Casa Amarilla, ya aminorando la marcha para concluir la jornada de trabajo cerca del mediodía. En la principal, Riquelme sigue al mismo ritmo, también pegándole vueltas al otro campo de juego. Cuando se cruza en sentido contrario a Falcioni y Píccoli: “Dale Román, mantenelo”, le dice el ayudante de campo, a modo de aliento. “Me parece que su ayudante me está cagando”, responde el 10, entre risas, por la dura rutina física. Y el técnico, haciendo sonreír su cara de malo y dando una de las máximas para este ciclo, completa: “Hay que ir acostumbrándose a esto, je”.

No sólo Riquelme deberá ir acostumbrándose. Todos deberán hacerlo.

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