jueves, 16 de julio de 2009

Fiel a sus cábalas y entusiasmado, el DT comenzó su segundo ciclo en el club con el claro objetivo de recuperar el ánimo y el rumbo futbolístico de un

Exteriormente se lo observa un poco más envejecido que cuando se despidió de Boca en aquella soleada tarde dominguera de septiembre de 2006, después de lograr cinco trofeos consecutivos. Se lo vislumbra con varias canas más, como si su intenso paso por el seleccionado argentino hubiera repercutido en su físico. Pero Alfio Basile, a los 65 años, moral y anímicamente luce intacto, con la misma esencia de siempre. Pícaro, respetuoso de sus cábalas, divertido, encendido ... El comienzo del segundo ciclo de Coco tuvo todos esos condimentos. "Nos devolvió la sonrisa", reconoció el presidente Jorge Amor Ameal hace un puñado de días; y por lo visto en la primera jornada de entrenamiento, esa sensación abarcó a la mayoría de los protagonistas.

El técnico llegó al predio Pedro Pompilio (ex Casa Amarilla) bastante más temprano del horario pautado para el arranque de la práctica. A las 8.23, una camioneta negra surgió por entre las calles de la Ribera y cuando el portón del estacionamiento de la Bombonerita (el estadio de básquetbol) se abrió, el agente de seguridad privada escuchó un vozarrón que le sugirió: "La dejo en el mismo lugar que la dejaba siempre, ¿no? Mirá que la otra vez nos fue bastante bien, je je". El ex seleccionador tardó pocos segundos en descender del vehículo y retribuirles a los hinchas que lo aplaudían con un "Bienvenidos a todos" y las manos en lo alto.

Cuando llegó al vestuario, uno de los ayudantes de utilería ya lo esperaba con el primer café del día, una rutina que nunca abandonó en su anterior paso.

Poco a poco, algunos con más pereza que otros, fueron llegando los jugadores al complejo. Los dirigentes más importantes tampoco quisieron estar ausentes. Así fue como Ameal, Marcelo London, Juan Carlos Crespi, José Beraldi, Horacio Palmieri, Pedro Orgambide y hasta el director deportivo del club, Carlos Bianchi, llegaron uno a uno. Coco estaba eufórico, feliz de haber regresado a ese lugar del que está "enamorado", según sus propias palabras.

Basile se reencontró con futbolistas que conocía -la mayoría- y con otros que no. Una vez todos juntos en la intimidad del vestuario, Ameal hizo una suerte de introducción. Palabras más, palabras menos, el presidente anunció: "Tenemos al mejor cuerpo técnico y a los mejores jugadores. Muchachos, tenemos todo para que el futuro sea muy bueno". Inmediatamente, Basile, secundado por sus ayudantes de campo, Rubén Panadero Díaz y Jorge Ruso Ribolzi, y el preparador físico, Carlos Dibos, lanzó un mensaje sencillo, pero motivador. "Conozco a la mayoría de ustedes y sé la capacidad que tienen. Confío muchísimo en que vamos a pasar muy buenos momentos", dijo el Coco y su voz retumbó en el vestuario.

Luego, ya todos vestidos con la indumentaria oficial del equipo, saltaron al campo de juego, rozagantes, como queriendo olvidar uno de los semestres más frustrantes de la historia del equipo. Enseguida, el grito del Tano Pascual, un pintoresco hincha boquense de 85 años y un incondicional de Basile, hizo detener la marcha y emocionar al DT. "¡Hola, Tano! ¡Te quiero mucho, te quiero! ¡Te quiero siempre conmigo! Salvo que el frío sea fuerte... Después nos sacamos una foto, como antes", le respondió el entrenador, que firmó un vínculo por un año.

El conductor, carpeta en mano, tuvo charlas individuales con Juan Román Riquelme (será la pieza fundamental en su dibujo táctico), Rodrigo Palacio (le hubiese gustado que continuara, pero se resignó a perderlo, por el pase a Genoa) y Sebastián Battaglia (en su anterior paso por el club lo había calificado como "el equilibrista" del conjunto). Después de algunos movimientos livianos, el profe Dibos ordenó una serie de ejercicios recreativos, durante los cuales sobraron las risotadas, las torpezas y situaciones sumamente graciosas, como ver tomados de la mano a tipos grandes como Roberto Abbondanzieri y Martín Palermo.

Todo con calma, hasta que dos gatos negros que habitualmente viven en el predio se cruzaron en el terreno. Rápidamente, el Panadero Díaz, respetuoso de las cábalas si lo hay, mitad en broma, pero la otra mitad muy en serio, advirtió a un empleado del club y mirando a los felinos le hizo un clásico gesto amenazante, pasándose el dedo índice por el cuello... Creer o reventar, indica el dicho popular.

Coco tendrá una gran responsabilidad en su nueva etapa. Porque luego de ganar todos los certámenes que disputó, los hinchas, dirigentes y el mundo del fútbol en general esperan mucho de su gestión. Además, deberá revertir su imagen luego de una salida desprolija del seleccionado. Por lo pronto, el primer paso ya lo dio: le hizo recuperar la sonrisa a un equipo golpeado.

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