domingo, 19 de julio de 2009

Basile volvió al predio de la AFA, pero de afuera. Allí trabajó Boca ayer, usando las cuestas de la Ricchieri.


Estamos cerquita. Vamos a pedir las canchas para practicar, je". La broma de un allegado no adquiere ribetes de seriedad, claro, pero la ocurrencia está bañada de realidad. Cincuenta metros separan a la delegación de Boca de ese predio que impacta, que impresiona con tan solo echarle un vistazo. Y ahí está el hombre, al ladito nomás, vestido de azul y oro esta vez, con la mira puesta en la Ricchieri...

Se dirá que Basile regresó al predio que la AFA posee en Ezeiza entonces y la afirmación combinará su dosis de verdad y de mentira. Porque Coco pasó, pispeó, pero no entró. Y lo hizo por motivos únicamente profesionales. Su Boca, su actual pasión y su inmenso desafío luego de su salida de la Selección en octubre, se entrenó pegadito al búnker de los seleccionados nacionales. "La verdad, yo seguía al Profe y ni sabía dónde íbamos a terminar. No había nadie a esa hora, ¿quién iba a estar? Igual, a esta altura de mi vida", le diría después Coco a Olé, desdramatizando el momento. Tenía razón Alfio: a esa hora, Diego Maradona, su sucesor en el cargo, no andaba por allí y recién se dio una vuelta por el complejo a la tarde.

De buen humor, Basile vivió la mañana a full. La elección del PF Carlos Dibos fue a trabajar a la vera de la Ricchieri y en unos trazados cercanos al aeropuerto. Allí, se diagramó un recorrido de ocho kilómetros que los futbolistas desandaron bajo la atenta mirada de los profes y del Panadero, ambos en sus bicicletas. Mientras, Coco seguía cada detalle de sus players junto a Ribolzi arriba del auto que manejaba el Ruso. Así, con Krupoviesa enchufadísimo, Palermo siempre Titán, exhausto, pero profesional al mango, fueron pasando los más de 40 minutos de trabajos aeróbicos. Después llegó el turno de las cuestas. Ida y vuelta en la pendiente que está pegadita a la autopista con el fondo del gigante regado de celeste y blanco.

Ni se mosqueó Basile por desempolvar el cajón de los recuerdos. Tampoco lo abrumó la gran cantidad de fanáticos que se acercaron para observar la práctica. A medida que la gente pasaba y se daba cuenta que era el mismísimo plantel de Boca el que estaba entrenando, las caras de asombro aparecían. Los autos frenaban y de a poco se juntaron más de 40 personas. Y Coco, con su sonrisa, accedió a sacarse fotos hasta con los policías que custodiaban a la delegación. Alguna broma con el Pana, un par de llamados recibidos en el celular, ni mu de la Selección, pese a estar a metros del búnker del que se marchó hace ya casi nueve meses.

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