domingo, 24 de julio de 2011

Román está con todo: la volvió a meter en la práctica y todos se entusiasman con verlo en su mejor nivel.


Está a gusto. Sonríe. Disfruta. Habla. Gesticula. Va y viene. Va y viene otra vez, como quien va de la cama al living, como diría Charly. Ya en la cancha se mueve, pero distinto. A su ritmo, pero al ritmo del equipo. Y también habla y gesticula, pero para ordenar. “Quedate, no vayas”, “ojo cómo pasás”, “jugá por afuera”, “dale, a un toque”, son algunas de las frases que se le escuchan. Es su nueva faceta, la del Román líder, la del Román capitán, pero, sobre todo, la del hombre que se siente como en su casa.

Desde el retiro de Palermo, Juan Román Riquelme es el dueño absoluto de todas las miradas. Indiscutido líder y emblema, encima goza con el mimo que le dio Falcioni: la cinta de capitán. Con asistencia casi perfecta en la pretemporada, JR es otro. Con un gran trabajo desde lo físico, se lo nota más estilizado, ágil y sin el fantasma de las lesiones que lo alejaron de la cancha durante los últimos semestres. De hecho, en el último torneo, en el cual el propio Román se había planteado estar en, al menos, 15 partidos, sólo pudo hacerlo en 11 (convirtió cuatro goles). Ahora, en cambio, no te deja a gamba. En Brasil sólo faltó una vez a una práctica y fue por un problema estomacal. Y, en Buenos Aires, se ausentó sólo el jueves y porque estaba programado un trabajo específico para fortalecer su rodilla. Después, el 10 siempre dijo presente. Y de gran manera.

Ayer, por caso, se hizo cargo prácticamente de todos los ataques de su equipo (el que sale de memoria, aunque con Erbes por el engripado Somoza). Muy activo y participativo se adueñó del equipo y, obvio, de la pelota parada. Y por esa vía gritó su segundo gol consecutivo en los ensayos formales, como había pasado el viernes con un golazo abriendo el pie tras un pase atrás de Viatri. Ayer fue en una especie de centro-arco que no encontró desvío alguno. Si bien es cierto que el tanto llegó de un tiro libre que el cuerpo técnico hizo repetir, la realidad es que se lo ve amigado con el gol (fue el 1-0 de un ensayo que finalizó 2-0. El otro fue de Cvitanich). No sólo genera juego, sino que lo concreta. En Brasil, incluso, mojó hasta de mitad de cancha. Y en una práctica clavó dos veces el mismo tiro libre en el travesaño.

Hoy, Román disfruta de todo lo que lo rodea. De su mundo, de su Boca. De ese Mundo Boca que le regaló una estatua en el hall y que hoy lo ve referente, capitán y amo y señor de todo. Ayer, incluso, se dio el lujo de gozar de la compañía de un grupo de amigos, de su hermano y hasta de su hijo Agustín, quienes lo siguieron desde la platea de Casa Amarilla. Y, mientras el pequeño Riquelme disfrutaba de un combo de hamburguesas y papas fritas, JR (ya había sido reemplazado por Méndez a falta de 15 minutos) se acercó y lo chicaneó por lo que estaba comiendo. Y después lo llevó al vestuario y salió, sonriente, abrazado junto a él. Riquelme está feliz. Está como en su casa. Está imparable.

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