jueves, 26 de agosto de 2010
Que aparezca la garra y el carácter, a eso apostamos todos
Borghi espera que la banca pública de los jugadores se traslade al verde césped, donde por ahora faltó carácter.
Martín Palermo, uno de los referentes, salió a respaldar a Claudio Borghi por TV. Matías Caruzzo, uno de los nuevos, declaró públicamente que el técnico no es el culpable de esta crisis. En charlas informales, el plantel se encarga de resaltar que ni el Bichi ni su esquema tienen la culpa de este mal arranque. En eso coinciden los que suman años en Boca, los nuevos y los más pibes. Es la hora, es la hora... de hablar en la cancha.
La última frase es literal. El partido con Vélez, “determinante” según la autoexigencia del DT, será una prueba de carácter y fortaleza anímica. Incluso más importante que el examen futbolístico que Boca ha desaprobado en las tres primeras fechas. La lectura interna (del cuerpo técnico) y externa (de la dirigencia, la prensa y la gente) es que el equipo no mostró rebeldía para escaparle a la adversidad. Como si estuviera flojo de espíritu. “Nos acostumbramos a perder”, diagnosticó Palermo, con implacable honestidad.
En el cuerpo técnico hay cierta sorpresa. Creían que se encontrarían con un plantel con abundancia de líderes. Sin embargo, no surge un referente que contagie desde lo emocional. Battaglia y Palermo, con Román lesionado, son los de mayor historia en Boca y contagian por presencia. Pero en la cancha no se caracterizan por el discurso motivador. Martín sí da indicaciones tácticas como Seba. Pero no son jefes que empujan a la tropa contra viento y marea.
Los que llegaron traen antecedentes de liderazgos positivos. Pero ya sea por derecho de piso o por adaptación al Mundo Boca y su vestuario, ninguno levantó demasiado la voz. Así, varios extrañan los Cascini, Schiavi, Cagna, por citar casos de recientes líderes espirituales.
El ultimátum de Borghi pareció un mensaje para tocar las fibras íntimas de un plantel adormecido, sin reacción. No lo dirá. Hombre de códigos, el entrenador jamás cuestionará públicamente a un jugador. “Nunca me enojo con ellos”, remarcó el domingo. Pero sí dejó entrever la presión que hoy paraliza a varios: “La camiseta de Boca pesa dos toneladas”.
Los que sí están enojados con el equipo son los hinchas. Las encuestas confirman que la gente responsabiliza más a los jugadores que al técnico. Incluso la dirigencia, por lo bajo, le apunta a los que entran a la cancha. Basta analizar el rendimiento individual para ver que ninguno zafa de la mediocridad general.
Que sea Vélez, un rival al que nadie le gusta enfrentar, y en la Bombonera, cuyo temblor o latido hoy afecta más al local, suponen un escenario tan desalentador como desafiante. Una derrota está dentro de los planes. Una victoria, en tanto, serviría de inyección anímica y de plataforma de despegue si es construida en base a la actitud. Es la hora, es la hora...
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