miércoles, 10 de agosto de 2011

Un 10 de agosto de 2003: Boca golea a central por 4 a 0.



Nombre por nombre, se preveía que Boca podía ganar pero difícilmente golear. Ese pronóstico se afirmaba a medida que pasaban los minutos. Al final del primer tiempo, cuando el partido estaba 0-0, todos se conformaban con conseguir un triunfo al menos por la mínima diferencia. El equipo de Bianchi había sido más pero rebotaba contra dos paredes: Gaona y Carbonari. El Petaco, defensor con garra y experiencia, fue guapo contra los pibes y muy guapo ayer. Marcó a Tevez con la misma fiereza que a Boselli. Aquella vez, encima, alentó a cada uno de los pibes de Boca tras la goleada. Ayer se acercaron a consolarlo a él.



Porque después del segundo tiempo, Carbonari y sus compañeros seguramente necesitaban una palmada. Boca les toqueteó de lo lindo, les hizo cuatro y les pudo hacer más. Al trío ofensivo integrado por Iarley, Guillermo y Tevez le salió todo lo que no le había salido en el arranque. El brasileño mostró algunos pincelazos pero no regaló tanto fútbol como aplausos recibió. Lo mejor fue el pase peleístico (llamarlo maradoniano sería demasiado) a Tevez, a los nueve minutos del segundo tiempo, que terminó en doble penal a Carlitos: Carbonari lo tomó de arriba y Gaona le fue abajo. Guillermo -cada día te quieren más- fue el encargado de patearlo. Ese tiro bajo, a la izquierda del buen arquero de Central, cambió el partido. ¿Porque los rosarinos salieron a buscar el empate? No, porque Boca salió a buscar el segundo, el tercero, el cuarto...



Tevez, compañero en Inferiores y Reserva de casi todos los que se comieron el baile en Arroyito, jugó como si tuviera bronca. Apenas tres minutos después de generar el penal, hizo una jugada bárbara por derecha y dejó solito a Guillermo para que metiera el segundo. Carlitos no se conformó con eso: a los 34 recibió un pase de Cagna y, entrando al área, se la cruzó a Gaona para convertir el tercero. El quería más. Y Carlos Bianchi también: dos minutos después del tercero metió a Villarreal y Colautti por Cascini y Battaglia. Al ataque, mis valientes. Enseguida llegó el cuarto gol, el de Clemente, tras una gran habilitación de Guillermo. El Virrey aplaudió sin temor a quedar irrespetuoso y quizá lo habría hecho si metían otros tres.



"Háganles siete...", gritaban los plateístas mientras los hinchas canallas comenzaban a retirarse y los carteles con ese número impreso quedaban tirados en la tribuna visitante. Los hinchas de Boca consideraban que Central había roto códigos al humillar a los pibes. Mauro Boselli, titular aquel día, ayer jugó en Reserva y luego festejó la revancha en la platea (ver página 8). Edilio, Osella y Alvarez, chicos de la Cuarta que sufrieron en la cancha aquella tarde, ayer festejaron un título en Inglaterra.



Como si sintieran lo mismo que la gente (¿quién dice que no?), los jugadores seguían apuntando al arco a pesar del 4-0. Y el premio a esa identificación con el sentimiento del público fue casi un minuto de aplauso cerrado previo al pitazo de Baldassi. Y no sólo en reconocimiento a haberse vengado por los pibes, sino también a ese fútbol vistoso al que los hinchas casi se estaban desacostumbrando.



Es sabido que a este equipo se lo reconoce más por los resultados que por el juego. La historia cambiará con partidos como el de ayer. Con las subidas de los laterales-wines, los pases-gol de los leones del medio, algún lujo de Iarley y los goles de los dos ídolos actuales. Cuando falta fútbol, todos muestran temperamento. A veces parecen hinchas bajados de la popular dispuestos a morir por esa camiseta. Por eso era lógico que quisieran revancha.

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